Keblinger

Keblinger

Remando juntas

| lunes, 4 de marzo de 2019
Lesbos, junto con otras partes de Grecia, se ha convertido en una zona de crisis. Esto ya no es una zona de tránsito en la ruta de migración desde Oriente Próximo, Asia y Africa; se ha convertido en una de las barreras que la Unión Europea ha puesto para impedir que estas personas lleguen, de hecho, a Europa. 



En la isla hay algunos algunos campos de refugiados, el más grande y principal es Moria, que no es un campo sino un punto caliente por el que todos los "refugiados" (y entrecomillo porque muchos de ellos nunca obtendrán ese reconocimiento oficial en Europa) tienen que pasar una vez que bajan de la barca y son detenidos por la policía. Además será el lugar donde muchas de estas personas que llegan pasen años, sí, años de su vida, sin nada que hacer. 

Moria, un antiguo centro militar, es un lugar verdaderamente feo, pero no sólo feo sino conflictivo e incluso peligroso a veces. Las personas que allí viven, hacinadas en tiendas y contenedores, tienen libre acceso para salir y entrar del campo, pero los voluntarios y personas que no trabajamos en el propio campo tenemos prohibida la entrada.

En el campo no es nada raro que se produzcan altercados y peleas, sobre todo en lugares como la "cola de la comida",  donde incluso te recomiendan no ir si al final entras al campo. Ni hay que decir que en esa cola de comida se reparte todos los días prácticamente lo mismo, una comida baja en nutrientes, verduras y proteína, que no entiende de niños y adultos.

Pero en todo este caos y desesperación han nacido y coexisten muchas iniciativas y organizaciones que reparten esperanza, motivación y que intentan incluso fomentar la convivencia de autóctonos y migrantes. Y con ellas muchas personas que se han desplazado a la isla a intentar aportar su granito de arena y que sufren a veces un verdadero acoso por parte de las autoridades y las mafias.

En estas semanas he tenido la oportunidad de conocer y visitar algunas de estas organizaciones, aunque con tanto jaleo no me ha dado tiempo a colaborar de alguna forma con ellas.



Existen organizaciones de fondo jurídico, que asesoran a los refugiados sobre los procesos de entrevistas y asilo, y otras que hacen actividades con los niños y los sacan del campo por unas horas.


En ese sentido hay dos orgazaciones que están haciendo una labor impresionante. La primera es Home for All, la Ong griega de Katerina y Nikos, pareja que comenzó a ayudar a inmigrantes en 2014 y que ahora ofrece un lugar donde los refugiados pueden salir de Moria para disfrutar de una comida sentados alrededor de una mesa, además de aprender música, inglés u otras actividades. Además, ellos reparten comidas adaptadas a colectivos más vulnerables, como personas diabeticas o mujeres embarazadas. Home for All (https://www.facebook.com/HomeForAllOfficial) es un lugar donde griegos, refugiados y voluntarios se unen para compartir una comida respirando tranquilidad o para celebrar un evento comiendo y bailando, entre otras cosas.


El segundo proyecto es el de Julio, que con su Movil Kitchen (https://www.facebook.com/movilkitchen/), una cocina instalada en el contenedor de mercancias, reparte cada semana cientos de comidas que, además de ser mucho más nutritivas y variadas que las que se reparten en Moría, están buenísimas y hechas con mucho amor por él mismo y por refugiados. Además, Julio es el encargado de que los voluntarios de Rowing Together no pasemos hambre a mediodía y nos prepara desde un potaje de garbanzos hasta una paella, siempre acompañados del impresionante pan tipo pita (o sábana, como a mí me gusta llamarles) preparado por refugiados afganos y que es el culpable de que a la vuelta no me pienso pesar en al menos un mes.



Otro proyecto muy importante es el Hope Project (https://www.facebook.com/HopeProjectKempsons/), donde aparte de un almacén de ropa, hay un centro de artes, donde los refugiados pueden ir a aprender a pintar, hacer ceramica o a tocar un instrumento y donde desde que entras se respira paz y tranquilidad, a la vez que te sobrecogen las obras que cuelgan se las paredes y que a veces parecen de pintores experimentados.


Otras iniciativas han nacido de mano de autóctonos, como Nan, un restaurante en el centro de Mitilene, creado por cuatro mujeres para ayudar a la integración de los inmigrantes, que trabajan en el local, y donde se come una comida mediterránea y oriental que además de estar mucho más que deliciosa es repartida entre los más necesitados en caso de sobrar, asegurándose de que no se desperdicia nada. 

Y entre tanta iniciativa y gente buena (y no tan buena y que intenta sacar tajada de la crisis) en la clínica de Rowing hemos seguido recibiendo todos los días a muchas mujeres, algunas con problemas y otras con las que nos reímos mucho, cómo la señora de 22 años en papel (y más de 22 en cada pata en la realidad) que no deja de visitarnos y de decirnos con una gracia innata que a los médicos les encanta jugar con su útero.  Aparte de hacer ecografías, tratar problemas médicos y explicar cosas de la fisiología normal de la mujer que ellas piensan que son un problema, nuestra tarea, consiste también en asegurarnos que tanto las embarazadas como las mujeres supervivientes de violencia sexual son reconocidas como más vulnerables y obtienen la ayuda que necesitan. Eso requiere normalmente rellenar varios papeles, contactar con otras organizaciones y numerosos paseos de nuestra coordinadora Fabiana desde la clínica hasta el campo y volver.


Una vez que has comprendido un poco como funcionan estos procesos y el puñetero ecógrafo, que junto con un máster en matemáticas y dos o tres aplicaciones y tablas en el móvil hacen posible comprobar que todo vaya bien en el estado y crecimiento de los futuros bebés de Moria, ya es prácticamente el momento de darle el relevo al siguiente equipo.

Y dentro de este y otros caos ha discurrido mi segunda semana en Lesbos, donde las mujeres no han dudado en regalarme una buena despedida, con un ataque epiléptico para comenzar la última mañana, junto con una amenaza de parto prematuro, un embarazo con unas varices del tamaño de un puño, un aborto incompleto, una sospecha de retraso de crecimiento intrauterino y varias derivaciones al hospital y otras organizaciones médicas. En conclusión, con una buena migraña para terminar la semana! Y una buena cena por supuesto :)

Ahora es tiempo de volver a casa y dejar a Rocio, matrona que ha trabajado codo a codo conmigo en los últimos días y que no ha dejado de esforzarse en aprender todo lo posible sobre ecografía y otras cosas, y a Omar, medico de familia, a cargo de la clínica, ya que finalmente no se ha podido encontrar a ningun/a ginecólogo/a que me diera el relevo. Seguro que ellos seguirán cuidando de las mujeres lo mejor que puedan. 

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Copyright © 2010 Haz Q Cuente || Make It Count