Keblinger

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Un día en Moria (alerta sensible)

| lunes, 25 de febrero de 2019

La primera semana ha pasado rápido y llena de altibajos, como el tiempo que parece estar tan loco como la situación que se vive aquí. En la semana hemos pasado de vestir manga corta durante el día a ponernos toda la ropa que tenemos, ver caer copos de nieve al lado del mar y tener que cerrar todas las contraventanas para que no salgan volando.

En la clínica ocurre lo mismo y el trabajo puede ser muy variable, dependiendo del personal sanitario que nos encontremos en esa semana en la clínica, de la llegada de nuevas personas procedentes de los barcos de Turquía e incluso de las condiciones meteorológicas, que pueden hacer que sea poco apetecible y poco práctico salir bajo la lluvia o que haya cosas que corran más prisa, como aprovechar el sol para lavar y tender la poca ropa que tienen.

Por nuestra parte, los voluntarios también oscilamos en nuestro estado de ánimo, y esto también varía según el trabajo en la clínica y la meteorología, pasando de la alegría y los buenos ratos a la tristeza, rabia o enfado. La situación de las personas que vemos, lo que podemos y no podemos hacer por ellas y la increíble burocracia e incluso la persecución que los voluntarios y las ONG llegan a sufrir en esta isla hace que de vez en cuando nos atrape el pesimismo, y es entonces cuando dejamos de ser voluntarios y tenemos que asegurar los unos que los otros vuelvan al camino, casi siempre con una bebida o, mejor aún, una deliciosa comida griega (no sé como volverá mi salud mental pero mi cuerpo va a volver rodando de Lesbos de tanto Tzatziki y humus...).



El primer par de días en la clínica resultaron más o menos tranquilos, gracias a que el equipo médico era más extenso, lo que hizo posible que las horas pasaren rápidas entre ecografías y controles de embarazo y que la llegada no fuera tan estresante. Ahora la dinámica es diferente, ya que el tamaño del equipo sanitario se ha reducido drásticamente y eso significa que prácticamente todas las mujeres que llegan a la clínica deben pasar antes o después por mí consulta. Afortunadamente hemos contado con la gran ayuda de algunas estudiantes de medicina, que junto con los mediadores culturales (aka traductores) hacen que las consultas sean más dinámicas y que los días no lleguen a ser imposibles. 

La clínica de Rowing Together es un lugar seguro para las mujeres, o al menos eso se intenta en todo momento, y está situada en una tienda cedida por MSF justo enfrente del campo de Moria. Es una pequeña clínica donde las mujeres, a veces paciente, a veces impacientemente, esperan su turno sentadas en un banco de madera con un númerito de cartón en la mano. Pero esta no es una sala de espera corriente. En el mundo hay pocas salas de espera con mujeres más valientes que éstas, que han huído de sus casas con lo puesto, caminado durante meses y sobrevivido a la naturaleza, a guerras y a todo tipo de tratos inhumanos. Son mujeres fuertes, supervivientes, que te miran con respeto o admiración. Y lo más triste es que probablemente nunca nadie les ha dicho antes que en realidad son ellas las que son dignas de admiración.

Aqui los días pasan rápido, a veces entre risas con las mujeres y los traductores, pero entonces llega una chica de apenas 15 años que fue violada durante el largo trayecto de huida desde su país de origen. Nadie te enseña cómo hacer que una (desgraciadamente ya no tan) niña te cuente lo ocurrido, y luego tranquilizarla y convencerla de que te deje explorarla para ver si hay algo físico que deba y pueda ser tratado. Conseguir todo eso y luego tener que tragarte que no puedes ayudarla a conseguir un estatus de vulnerabilidad que mejore sus condiciones en el campo porque la violación ocurrió hace demasiado tiempo hace que la chica se marche, quizás un poco más tranquila, aunque casi en la misma situación. Pero en el realidad no se va, se queda presente en el ambiente durante todo el día.


Y el día debe continuar, sin mucho descanso de hecho, ya que muchas mujeres llevan esperando horas. Y entre gestaciones poco o nada controladas, embarazos deseados que nunca llegan, embarazos no deseados que ya no pueden ser interrumpidos, infecciones vaginales y anticonceptivos llegan ellas. Hermanas. Hermanas de sangre (nunca mejor dicho), de violación y de quien sabe cuántas desgracias y barbaridades. Una de ellas tan destruída que ni habla, ni cuenta, ni prácticamente levanta la cabeza, porque para ella la vida ya no tiene sentido. La otra, cuidadora, valiente también, me cuenta su historia mirándome a los ojos, y me deja ver las secuelas de aquel desastre, aunque me dice que soy incapaz de imaginar por lo que ha pasado. Y aunque os ahorraré los detalles de las infecciones ginecológicas que aquellos malnacidos le han dejado como regalo y que ni siquiera puedo tratar en la clínica, no os ahorraré el macabro desenlace de que el medico que suturó sus heridas no dudó en suturar un poco más de la cuenta. Ingenua de mí (o pobre de mí en shock) le digo que puedo solucionarle eso de una forma sencilla y no dolorosa, pero rápidamente caigo, y ella me confirma, que esa mutilación genital es necesaria para probar de cierta forma su valía si un decide casarse.

Estas hermanas no se quedan en el ambiente durante un rato. Ellas siguen en mi (nuestras) cabeza todos los días, y sospecho que van a seguir estando durante mucho tiempo.

Nadie te prepara para estas cosas en la facultad de medicina o en la residencia. Pero nadie preparó tampoco a estas mujeres para lo que iban a tener que sobrevivir. Tanto yo como el resto de los voluntarios seguiremos acompañando a estas mujeres, ofreciéndoles un lugar seguro donde compartir su historia e intentando ayudarles en lo que sea posible. Yo por mi parte seguiré haciéndolo de la única manera que sé hacerlo, sin escudo, mirando a los ojos, tocando y asegurándome de que sepan que me quito el sombrero ante su fortaleza. En definitiva, remando a mi manera ;)









1 comentarios:

{ Unknown } at: 26 de febrero de 2019, 1:54:00 GMT+7 dijo...

es descorazonador pensa que por mucho que ayudes tienes que volver y todo va a seguir igual, que clase de personas somos todos por permitir esto, como podemos llegar a saber el sufrimiento que encierra esas vallas quep pretenden encerrar tanto dolor e injusticia, mucho animo sois gente basicamente buena, gracias

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