Keblinger

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Breve vuelta a las andadas

| sábado, 16 de febrero de 2019
Hola familia!

Aunque parecía que nunca iba a ocurrir, he vuelto a coger maleta y boli 😊 aunque no se cuánto me durará esto último...

Con el pelo corto (muy buena elección para no coger piojos según mi hermana 😂) y el corazón revolucionado, como casi cada vez me he embarcado en alguna locura, escribo desde un aeropuerto camino a Lesvos (Grecia), donde pasaré dos semanas en Moria, un campo masivo de refugiados (o concentrados). Con mas años, algunas canas ya y, frecuentemente, con un poco menos de esperanza en este mundo loco en el que vivimos, pero con las mismas ganas de siempre.

He de reconocer que esta vez me embarqué en este proyecto con un poco de miedo a no estar preparada mental y emocionalmente para lo que me han ido adelantando que me iba a encontrar allí: mujeres violadas y traumatizadas, personas que viven en un continuo día de la marmota, sin encontrar la forma de salir de esa tierra de nadie en la que se encuentran.

Pero entonces el otro día apareció esta chica en la clínica en la que trabajo y mis compañeras dijeron 'mira Carolina, el universo te la ha mandado para que te vayas haciendo el cuerpo'. Esta chica (una más de muchas en estos años), de 18 o 19 años de los que parecen 15, venía acompañada de voluntarias de la cruz roja, casi recién llegada de un, imagino, larguísimo y terrible viaje desde Guinea Conakry. Ahora paro y os animo a buscar en un mapa donde está ese país y a que os imaginéis como sería llegar desde allí hasta la costa del norte de África para luego montaros en una patera sin saber nadar. Yo estoy en Europa, he cogido dos aviones, un taxi y un bus y mi madre casi me ha hecho mandarle por WhatsApp todos mis pasos y todos los contactos de mi agenda...

En fin, el viaje de esta chica tuvo como resultado un embarazo odiado ('no deseado' no me parece que haga justicia a la situación), producto probablemente de las repetidas violaciones de su 'protector de viaje' y/u otros salvajes, así como un par de visitas al hospital por unos dolores de espalda de origen desconocido que la tienen sin poder ponerse derecha (¿alguna paliza quizás?) y varios intentos de acabar con el embarazo a base golpearse o lanzarse contra su propia barriga. Y cuando la recibimos y comienzo a hacerle una ecografía ella está como ausente, ida, pero poco a poco, cuando empiezo a hablarle en mi oxidado francés (de mierda y de duolingo) comienza a abrirse, habla conmigo e incluso termina abrazándome. Le digo que va a estar bien y que podrá tener los hijos que quiera, si quiere, cuando ella lo decida; y que llegar donde ha llegado significa que es una de las mujeres más fuertes del mundo y que por lo tanto va a conseguir estar bien. Le digo todo esto de corazón, pero en el fondo me destroza saber que es muy posible que en unos meses todo este sufrimiento puede no haber servido para nada y que esta mujer, como tantas de las que hemos atendido antes, puede acabar como mínimo deportada a su país, si no, quién sabe dónde y cómo.

La historia termina (para mí) cuando tanto yo como mis compañeras nos quedamos a su lado mientras se duerme antes del procedimiento de la interrupción del embarazo y seguimos ahí cuando se despierta al terminar. Y ella, aunque bastante ausente aún, parece no querer irse nunca de su cama y su habitación porque probablemente en mucho tiempo casi nadie la ha hecho sentirse segura y la tratado como las personas que no han hecho nada malo merecen ser tratadas.

Así que NO, ni las personas ni las decisiones que las mujeres toman sobre sus cuerpos y sus úteros pueden ser ilegales ni deben ser moneda de cambio de los politicuchos de turno.

Por último, y tras una llegada bastante accidentada a Atenas, no quiero dejar de agradecer a todas las personas que han hecho posible que mi maleta haya venido de nuevo a Grecia cargada de medicamentos y mi cartera bastante cargada para poder seguir comprando lo que vaya haciendo falta. Si continúo escribiendo (que probablemente no sea tanto como os gustaría porque me gustaría dedicar mi tiempo a vivir la experiencia) o aparezco en las redes sociales, podréis comprobar que mi sacrificio ha sido tener que vestirme casi cada día con la misma ropa porque me he quedado sin poder transportar más! 🤣

Entre todas, ya sea con aportación económica o de tiempo, apoyo emocional, compartiendo la causa, manteniéndonos firmes y luchando por nuestros derechos y los de las demás o, simplemente, tratando de tener un poco de empatía con las personas que viven situaciones diferentes a las nuestra, aunque no lo parezca, podemos seguir haciendo que cuente 😉

Hasta la próxima!


1 comentarios:

{ Unknown } at: 19 de febrero de 2019, 5:14:00 GMT+7 dijo...

sin duda es muy duro no solo lo que conlleva el viaje y el dejar atras la cotidianidad, lo duro de verdad es ver que sigue ecistiendo ese sin sentido que los seres humanos, por decir algo, estamos consintiendo y olvidando rapidamente borrando de nuestras conciencias el sufrimiento de seres humanos que solo quieren vivir

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