Hola!!
Pues ya llevo practicamente 4 meses en Hanoi y definitivamente ya hace rato que pasé el ecuador del viaje, porque me quedan menos de 2 meses en esta ciudad, o al menos en la oficina. Parece mentira lo abandonado que tengo el blog, pero la verdad es que los pocos ratos libres que tengo no me apetece volver a sentarme en el ordenador a seguir escribiendo cosas. Además, como yo digo, “vivir fuera no es viajar”, y aunque he viajado y he visto y hecho cosas muy interesantes, mi día a día en Hanoi es bastante parecido al del cualquier persona que trabaja en una oficina en cualquier otro lugar del mundo.
Con matronas de todo el mundo |
Como ya conté, llegué a Vietnam en Julio para realizar las prácticas del máster, y para ello estoy trabajando en una agencia de la ONU, el UNFPA o Fondo de Población de las Naciones Unidas, que es la agencia encargada de temas de salud sexual y reproductiva y población. Así que bueno, mi día transcurre en una oficina, sentada delante de mi ordenador investigando sobre temas de SSR para sacar evidencias que puedan servir de base para futuras políticas gubernamentales. Mi trabajo se centra sobre todo en cáncer de cuello uterino y en la regulación de la profesión de matrona, así que me acuerdo mucho de mis matronas de Cuenca, algunas de las cuales fueron como mis mamis durante el tiempo que viví allí… un beso muy grande para mis matronas conquenses!!!
Y bueno, ya sabemos que no soy bicho de oficina, lo sabíamos antes y ahora lo sabemos aún mejor ;) Echo bastante de menos la acción, el trato directo con las mujeres, entre otras cosas la sensación de coger a una mini personita justo al nacer, y por ello es cuanto menos curiosa la forma en que mis compañeras me miran cuando me sugieren que vayamos a un hospital a ver si me dejan ver un parto, y yo en seguida les digo: “¿mirar? ¡¡No!! ¡¡Lo que yo necesito es llenarme las manos de saaangre!!” Jajaja Ponen una cara muy graciosa, seguro que tan graciosa como la que estáis poniendo vosotros ahora :) Pero bueno, como dije anteriormente, después de haber vivido en 6 o 7 ciudades de 4 continentes en los últimos 3 años, y después de la experiencia chadiana, interesante pero también muy sobrecogedora y estresante en algunos momentos, no está mal frenar un poco durante unos meses, aunque ello implique politiqueos y comidas con “gente de las altas esferas” a las que mi madre no me deja ir con mis pantalones cagados ;)
Un pequeño atasco en Hanoi |
Sobre Hanoi, pues bueno… dicen que Nueva York es una ciudad que amas u odias, pues Hanoi es una ciudad para amar y odiar al mismo tiempo!! Una de las cosas más llamativas de la ciudad y que más impresiona a los turistas es el caótico tráfico. La ciudad se convierte fácilmente en una ciudad sin ley tomada por miles de motos que pitan CON-TI-NUA-MEN-TE y que pueden llegar a volverte loca (y hacerte gritar de todo en cada uno de los idiomas que conoces), convirtiendo la simple tarea de cruzar una calle en toda una odisea. Aunque también es sorprendente lo sencillo que resulta adaptarse a esa caótica situación, dejándose mecer por la corriente en un estado de consciencia meditativa (como me gusta llamar a mi estado de relajación mental para no mandar a freír espárragos a todos los que pitan), y cuando te das cuenta llevas más de cien metros recorridos en contramano por no poder acceder al carril que te tocaba, y encima casi vacilando. Miedo me da cuando la reivinbici y yo volvamos a España y nos de por entrar en ese estado de trance... a los dos días seguro que me quitan el carne por puntos de la bici!!
Pero entre todo ese caos, ruido y sólida polución también hay pequeñas maravillas escondidas, como en todos los lugares. Un mercado de frutas y verduras con vendedoras de sombreros cónicos en cualquier callejón, una pequeña pagoda con olor a incienso camuflada en el patio de cualquier casucha de pintura desconchada, o un pequeño puesto de comida cuya apariencia no tiene absolutamente nada que ver con el sabor de su Phở o su Bún chả. Sin olvidarnos del zumo de frutas tropicales a la orilla del lago Tay Ho (westlake) mientras las vietnamitas, vestidas con sus mallas y pijamas, hacen sus ejercicios vespertinos en plena calle al ritmo de la música, el Cà phê sữa chua en una terraza con vistas al lago Hoam Kiem escondida detrás de una tienda de ropa o las cenas con mis compis en “la calle del pollo”, sentados en banquitos de guardería que hacen que te levantes como si tuvieras 120 años.
Por lo demás, en Hanoi he tenido la suerte de encontrarme con un puñado de personas estupendas de muchos lugares. He de reconocer que la “comunidad española de Hanoi” o “Taybanholos” son producto de calidad, como el jamón ibérico que escasea por aquí, pero también he tenido la suerte de acabar viviendo en una casa (o comuna, como yo le llamo) llena de gente, de entre los cuales he hecho buenos amigos con los que puedo aprender palabras en vietnamita que ningún vietnamita entenderá luego, preparar cenas en familia o viajar.
En definitiva, de Hanoi me llevaré, como siempre, amigos y recuerdos, pero no es el lugar que más me ha gustado de Vietnam. Pero de viajes y paseos, como del que regresé hace un par de días, os hablaré en otro momento, quién sabe cuando…